textos



“La historia avanza como un anémico, la humanidad progresa por fragilidades.
Todo lo sólido es irremediablemente arcaico. Los fluidos, la mayoría de los seres vivos, las comunicaciones, las relaciones: nada de esto es solido y duro.
Frágil, disperso, fluido, mezclado, así los cuerpos evolucionan flexibles ante la dureza de la razón.
Un cuerpo es una confluencia móvil de flujos, turbulencias y deslizamientos: un conjunto de relaciones dinámicas. Así, el cuerpo vivo danza-como las moléculas de Lucrecio en el vacío – y la vida en su conjunto también lo hace.
La flaqueza y la fragilidad, la duda entre lo solido y lo fluido como en nuestra piel, el  mas preciso secreto de la vida. Toda la “envolvente” del cuerpo es un umbral paradójico….”


“..Sabemos que el inconsciente es el cuerpo en buena forma desplegándose en el medio y que se transforma en consistentes mundos técnicos. El inconsciente es el “lugar” de la pregunta y de la innovación. Como Proteo, el cuerpo es multiforme, innovador y no cesa de inventar en un estado de variación flexible. Aquel que se expone ya se encuentra luchando contra la rigidez. Descubrimos entonces, que el cuerpo despliega sus virtualidades antes que el alma se las enseñe. El trabajo creador, cualquiera que fuera, exige al cuerpo que se transforme: le exige infinitas metamorfosis. Entre metamorfosis y el poder de las virtualidades, el cuerpo pone en juego su potencia.”

Variaciones sobre el cuerpo
Michel Serres




EL COLOR NO TIENE LUGAR EN EL MUNDO, SINO EN LA MENTE.

EL OJO SE ACOSTUMBRA TANTO A LO QUE VE, QUE EL ESPECTACULO DEL CIELO, ESA GRAN FIESTA ENCIMA DE NOSOTROS, SIEMPRE PRESENTE, SIEMPRE CAMBIANTE, PUEDE PASARNOS INADVERTIDA.

VER, OIR, ESCUCHAR, OLER, NO SON OPERACIONES PASIVAS, SINO EXPLORACIONES ACTIVAS PARA EXTRAER LA INFORMACIÓN QUE NOS INTERESA.
VEMOS, MIRAMOS, OBSERVAMOS, ESCRUTAMOS, ESCRUDIÑAMOS, TOCAMOS Y PALPAMOS.

VEMOS CON TANTA FACILIDAD Y RAPIDEZ QUE SUCUMBIMOS AL ESPEJISMO DE LA PASIVIDAD, COMO SI VER FUERA DEJARSE IMPRESIONAR POR EL OBJETO. EL TACTO ES UN SENTIDO MÁS LENTO QUE NOS PERMITE ASISTIR COMO ESPECTADORES A NUESTRA PROPIA ACTIVIDAD PERCEPTIVA.

LAS CUALIDADES DINAMICAS SON ESTRUCTURALES: SE EXPERIMENTAN EN EL SONIDO, EN EL TACTO, EN LAS SENSACIONES MUSCULARES TANTO COMO EN LA VISON.
ES MÁS RETRATAN TAMBIEN LA NATURALEZA Y COMPORTAMIENTO DE LA MENTE HUMANA.

LOS COLORES SIRVEN PARA SIMBOLIZAR COMPORTAMIENTOS HUMANOS, SOLO CUANDO SE LOS PERCIBE COMO ALGO DINAMICO.

¿QUÉ PUENTE PERMITE QUE EL CUERPO SIRVA DE EQUIVALENTE DE LA MENTE? ¿CÓMO ALGO TAN INVISIBLE COMO LA REPULSIÓN PERCIBIRSE POR LOS OJOS?


Un juego de lenguaje: informar sobre si un cierto cuerpo es más claro o más oscuro que el otro

Los colores no tienen lugar en el mundo, sino en la mente.
Recordemos la vieja pregunta paradójica: si un árbol cae en el busque y no hay nadie para oírlo ¿hace ruido?
Una cuestión paralela para la visión seria: si no hay ningún ojo para verla: ¿es roja la manzana?
La respuesta es no, no es roja según lo que significa rojo para nosotros.

Otros animales perciben el color de modo diferente  a nosotros según su química. Muchos ven blanco y negro. Algunos responden a colores que son invisibles para nosotros.


No obstante la visión tal como podemos pensarla no sucede en los ojos sino en el cerebro. En cierto sentido, para ver bien y con detalle no necesitamos los ojos en absoluto. Con frecuencia, recordamos escenas de días o anos después y las vemos en los ojos de la mente y podemos inclusive representarnos hechos completamente imaginarios si lo deseamos.
Cuando soñamos, vemos con todos los detalles.

Pensamos en nuestros ojos como instrumentos inteligentes, pero en realidad todo lo que hace un ojo es recoger la luz.

El iris del ojo que en realidades un músculo, cambia de tamaño de un pequeño agujero - la pupila-por la cual entra luz al globo ocular.
Además de esta función de portera, el iris, llamado así por la palabra griega usada para designar el arco iris, es lo que le da su color a nuestros ojos.


Wigensttein

Se habla de un espejo “negro”.pero en donde refleja, desde luego oscurece. Mas no se ve negro y lo que en el se ve no aparece “sucio” sino profundo

Yo no veo que los colores de los cuerpos reflejen luz en mi ojo

La imagen equivocada confunde. La correcta ayuda


¿Es pues posible que gente diferente tenga conceptos diferentes de color? algo diferentes…

La mediación cromática entre dos colores

Los conceptos de color tienen que tratarse como los de sensación

Algunos textos que  están sirviendo y usamos para las ultimas funciones:

Sábado 8 de octubre

"y hay una bienaventuranza física que no se compara con nada.el cuerpo se transforma en un don. y se siente que es un don porque se lo esta experimentando, en una fuente directa, la dádiva de repente indubitable de existir milagrosa y materialmente"
C.L.

Sábado 15 de octubre

"el acontecimiento es siempre dos al mismo tiempo, no siendo ni uno ni el otro , sino el resultado en común"
 M. B.
"quiero bailar algo que me conmueva!"

sabado 22 de octubre

 "Por ejemplo la palabra “mariposa”. Para usar esta palabra no hace falta aligerar la voz, ni dotarla de pequeñas alas empolvadas, ni inventar un día soleado o un campo de narcisos, ni estar enamorado, ni estar enamorado de las mariposas. La palabra “mariposa” no es una mariposa de verdad. Está la palabra y está la mariposa. La gente tendrá todo el derecho a reírse de ti si confundes estos dos conceptos. No le des tanta importancia a la palabra. ¿Qué quieres transmitir, que amas a las mariposas con más perfección que nadie o que entiendes realmente su naturaleza? La palabra “mariposa” no es más que un dato. No te da pie a revolotear, elevarte, proteger las flores, simbolizar la belleza y la fragilidad o interpretar de alguna forma a una mariposa. No representes las palabras. No representes nunca las palabras. No intentes nunca despegar del suelo cuando hables de volar, ni gires la cabeza y cierres los ojos cuando hables de la muerte. No me mires con ojos ardientes cuando hables del amor.

Si quieres impresionarme al hablar del amor, métete la mano en el bolsillo o debajo del vestido y acaríciate. Si tu ambición y tu hambre de aplausos te han llevado a hablar del amor, debes aprender a hacerlo sin desacreditarte a ti mismo ni lo que dices.
¿Qué expresión podría definir a nuestra época? Nuestra época no tolera expresión alguna. Todos hemos visto fotografías de madres asiáticas desoladas, así que no nos interesa la agonía de tus órganos achacosos. Nada de lo que puedas expresar con tu cara tiene parangón con el horror de nuestro tiempo. No lo intentes siquiera. Sólo merecerías el desprecio de los que han sido tocados en lo más hondo. Todos hemos visto noticieros con seres humanos embargados por el dolor y la desazón. Todos sabemos que comes como Dios manda y que hasta te pagan para que te subas a un escenario. Estás tocando para gente que ha vivido catástrofes, así que tranquilízate.

Di las palabras, transmite los datos y hazte a un lado. Todos sabemos que sufres. No puedes contarle al público todo lo que sabes del amor en cada verso de amor que digas. Hazte a un lado: la gente sabrá lo que tú sabes porque ya lo sabía. No tienes nada que enseñarles. No eres más hermoso que ellos. Ni más sabio. No les grites. No fuerces una entrada en seco. Eso es sexo mal practicado. Si muestras el contorno de tus genitales, entrega lo que prometes. Y recuerda que, en el fondo, la gente no quiere acróbatas en la cama. ¿Qué necesitamos? Estar cerca del hombre natural, estar cerca de la mujer natural. No quieras ser un cantante venerado por un público numeroso y leal que desde siempre ha seguido los altibajos de tu carrera. Las bombas, lanzallamas y demás mierdas han destruido algo más que árboles y poblados. También han destruido los escenarios. ¿Acaso creías que tu profesión iba a escapar de la destrucción general? Ya no hay escenarios. Ya no hay candilejas. Estás entre la gente, por lo tanto sé modesto. Di las palabras, transmite los datos y hazte a un lado. Quédate solo. Quédate en tu habitación. No montes un número.
Se trata de un paisaje interior. Está dentro y es privado. Respeta la intimidad de tus textos, pues fueron escritos en silencio. La valentía de la interpretación es decirlos. La disciplina de la interpretación es no violarlos. Deja que el público sienta tu amor por la intimidad aunque ésta no exista. Sé una buena puta. El poema no es un slogan. No puede promocionarte. No puede fomentar tu reputación de sensible. No eres un semental. No eres un ladrón de corazones. Tanto gangster del amor y tanta tontería. Eres un estudiante de disciplina. No representes las palabras. Las palabras mueren cuando las representas, se marchitan, y no nos queda más que tu ambición.

Di las palabras con la precisión exacta con que comprobarías la ropa de tu colada. No te conmuevas con una blusa de encaje. Unas braguitas no tienen por qué ponértela dura. No tiembles al ver una toalla. Las sábanas no han de dibujar una expresión de ensueño alrededor de tus ojos. No hace falta que llores en el pañuelo. Los calcetines no están ahí para evocarte extraños y lejanos viajes. No es más que tu colada. No es más que tu ropa. No seas un mirón escudriñando a través de ella. Limítate a llevarla puesta.

El poema es mera información. Es la Constitución de la patria interna. Si lo declamas y lo hinchas con nobles intenciones, no eres mejor que esos políticos que tanto desprecias. No haces más que agitar una bandera y llamar patéticamente a la patriotería emocional. Piensa en las palabras como ciencia, no como arte. Son un informe. Es como si dieras una conferencia en la Federación de Montañismo. Las personas que te escuchan conocen todos los riesgos de la escalada, y te honran dando por sentado que lo sabes. Si se los pasas por la cara, estás insultando la hospitalidad que te ofrecen. Infórmales de la altitud de la montaña, describe el equipo que utilizaste, especifica el tipo de superficie y fija el tiempo que duró la escalada. No busques dejar al público boquiabierto. Si el público se queda boquiabierto, no será debido a tu apreciación de los hechos, sino a la suya. Tu mérito estará en la estadística y no en las inflexiones de tu voz ni en los ademanes enérgicos de tus manos. Estará en los datos y en la tranquila organización de tu presencia.
Evita las fiorituras. No temas ser débil. No te avergüences de estar cansado. Tienes buen aspecto cuando estás cansado. Parece como si pudieras seguir y seguir sin parar. Y ahora ven a mis brazos. Eres la imagen de mi belleza.

CONFERENCIA DE MICHEL FOUCAULT.El cuerpo utópico

Apenas abro los ojos, ya no puedo escapar a ese lugar que Proust, dulcemente, ansiosamente, viene a ocupar una vez más en cada despertar1. 

No es que me clave en el lugar –porque después de todo puedo no sólo moverme y removerme, sino que puedo moverlo a él, removerlo, cambiarlo de lugar–, sino que hay un problema: no puedo desplazarme sin él; no puedo dejarlo allí donde está para irme yo a otra parte. Puedo ir hasta el fin del mundo, puedo esconderme, de mañana, bajo mis mantas, hacerme tan pequeño como pueda, puedo dejarme fundir al sol sobre la playa, pero siempre estará allí donde yo estoy. El está aquí, irreparablemente, nunca en otra parte. Mi cuerpo es lo contrario de una utopía, es lo que nunca está bajo otro cielo, es el lugar absoluto, el pequeño fragmento de espacio con el cual, en sentido estricto, yo me corporizo.

Mi cuerpo, topía despiadada. ¿Y si, por fortuna, yo viviera con él en una suerte de familiaridad gastada, como con una sombra, como con esas cosas de todos los días que finalmente he dejado de ver y que la vida pasó a segundo plano, como esas chimeneas, esos techos que se amontonan cada tarde ante mi ventana? Pero todas las mañanas, la misma herida; bajo mis ojos se dibuja la inevitable imagen que impone el espejo: cara delgada, hombros arqueados, mirada miope, ausencia de pelo, nada lindo, en verdad. Y es en esta fea cáscara de mi cabeza, en esta jaula que no me gusta, en la que tendré que mostrarme y pasearme; a través de esta celosía tendré que hablar, mirar, ser mirado; bajo esta piel tendré que reventar. 

Mi cuerpo es el lugar irremediable al que estoy condenado. Después de todo, creo que es contra él y como para borrarlo por lo que se hicieron nacer todas esas utopías. El prestigio de la utopía, la belleza, la maravilla de la utopía, ¿a qué se deben?

La utopía es un lugar fuera de todos los lugares, pero es un lugar donde tendré un cuerpo sin cuerpo, un cuerpo que será bello, límpido, transparente, luminoso, veloz, colosal en su potencia, infinito en su duración, desligado, invisible, protegido, siempre transfigurado; y es bien posible que la utopía primera, aquella que es la más inextirpable en el corazón de los hombres, sea precisamente la utopía de un cuerpo incorpóreo. El país de las hadas, el país de los duendes, de los genios, de los magos, y bien, es el país donde los cuerpos se transportan tan rápido como la luz, es el país donde las heridas se curan con un bálsamo maravilloso en el tiempo de un rayo, es el país donde uno puede caer de una montaña y levantarse vivo, es el país donde se es visible cuando se quiere, invisible cuando se lo desea. Si hay un país mágico es realmente para que en él yo sea un príncipe encantado y todos los lindos lechuguinos se vuelvan peludos y feos como osos.

Pero hay también una utopía que está hecha para borrar los cuerpos. Esa utopía es el país de 
los muertos, son las grandes ciudades utópicas que nos dejó la civilización egipcia. Después de todo, las momias, ¿qué son? Es la utopía del cuerpo negado y transfigurado. La momia es el gran cuerpo utópico que persiste a través del tiempo. También existieron las máscaras de oro que la civilización micénica ponía sobre las caras de los reyes difuntos: utopía de sus cuerpos gloriosos, poderosos, solares, terror de los ejércitos. Existieron las pinturas y las esculturas de las tumbas; los yacientes, que desde la Edad Media prolongan en la inmovilidad una juventud que ya no tendrá fin. 
Existen ahora, en nuestros días, esos simples cubos de mármol, cuerpos geometrizados por la piedra, figuras regulares y blancas sobre el gran cuadro negro de los cementerios. Y en esa ciudad de utopía de los muertos, hete aquí que mi cuerpo se vuelve sólido como una cosa, eterno como un dios.

Pero tal vez la más obstinada, la más poderosa de esas utopías por las cuales borramos la triste topología del cuerpo nos la suministra el gran mito del alma, desde el fondo de la historia occidental. El alma funciona en mi cuerpo de una manera muy maravillosa. En él se aloja, por supuesto, pero bien que sabe escaparse de él: se escapa para ver las cosas, a través de las ventanas de mis ojos, se escapa para soñar cuando duermo, para sobrevivir cuando muero. Mi alma es bella, es pura, es blanca; y si mi cuerpo barroso –en todo caso no muy limpio– viene a ensuciarla, seguro que habrá una virtud, seguro que habrá un poder, seguro que habrá mil gestos sagrados que la restablecerán en su pureza primigenia. Mi alma durará largo tiempo, y más que largo tiempo, cuando mi viejo cuerpo vaya a pudrirse. ¡Viva mi alma! Es mi cuerpo luminoso, purificado, virtuoso, ágil, móvil, tibio, fresco; es mi cuerpo liso, castrado, redondeado como una burbuja de jabón.

Y hete aquí que mi cuerpo, por la virtud de todas esas utopías, ha desaparecido. Ha desaparecido como la llama de una vela que alguien sopla. El alma, las tumbas, los genios y las hadas se apropiaron por la fuerza de él, lo hicieron desaparecer en un abrir y cerrar de ojos, soplaron sobre su pesadez, sobre su fealdad, y me lo restituyeron resplandeciente y perpetuo.
Pero mi cuerpo, a decir verdad, no se deja someter con tanta facilidad. Después de todo, él mismo tiene sus recursos propios de lo fantástico; también él posee lugares sin lugar y lugares más profundos, más obstinados todavía que el alma, que la tumba, que el encanto de los magos. Tiene sus bodegas y sus desvanes, tiene sus estadías oscuras, sus playas luminosas. Mi cabeza, por ejemplo, mi cabeza: qué extraña caverna abierta sobre el mundo exterior por dos ventanas, dos aberturas, bien seguro estoy de eso, puesto que las veo en el espejo; y además, puedo cerrar una u otra por separado. Y sin embargo no hay más que una sola de esas aberturas, porque delante de mí no veo más que un solo paisaje, continuo, sin tabiques ni cortes. Y en esa cabeza, ¿cómo ocurren las cosas? Y bien, las cosas vienen a alojarse en ella. Entran allí –y de eso estoy muy seguro, de que las cosas entran en mi cabeza cuando miro, porque el sol, cuando es demasiado fuerte y me deslumbra, va a desgarrar hasta el fondo de mi cerebro–, y sin embargo esas cosas que entran en mi cabeza siguen estando realmente en el exterior, puesto que las veo delante de mí y, para alcanzarlas, a mi vez debo avanzar.

Cuerpo incomprensible, cuerpo penetrable y opaco, cuerpo abierto y cerrado: cuerpo utópico. Cuerpo absolutamente visible, en un sentido: muy bien sé lo que es ser mirado por algún otro de la cabeza a los pies, sé lo que es ser espiado por detrás, vigilado por encima del hombro, sorprendido cuando menos me lo espero, sé lo que es estar desnudo; sin embargo, ese mismo cuerpo que es tan visible, es retirado, es captado por una suerte de invisibilidad de la que jamás puedo separarlo. Ese cráneo, ese detrás de mi cráneo que puedo tantear, allí, con mis dedos, pero jamás ver; esa espalda, que siento apoyada contra el empuje del colchón sobre el diván, cuando estoy acostado, pero que sólo sorprenderé mediante la astucia de un espejo; y qué es ese hombro, cuyos movimientos y posiciones conozco con precisión pero que jamás podré ver sin retorcerme espantosamente. 

El cuerpo, fantasma que no aparece sino en el espejismo de los espejos y, todavía, de una manera fragmentaria. ¿Acaso realmente necesito a los genios y a las hadas, y a la muerte y al alma, para ser a la vez indisociablemente visible e invisible? Y además ese cuerpo es ligero, es transparente, es imponderable; nada es menos cosa que él: corre, actúa, vive, desea, se deja atravesar sin resistencia por todas mis intenciones. Sí. Pero hasta el día en que siento dolor, en que se profundiza la caverna de mi vientre, en que se bloquean, en que se atascan, en que se llenan de estopa mi pecho y mi garganta. Hasta el día en que se estrella en el fondo de mi boca el dolor de muelas. Entonces, entonces ahí dejo de ser ligero, imponderable, etc.; me vuelvo cosa, arquitectura fantástica y arruinada.

No, realmente, no se necesita sortilegio ni magia, no se necesita un alma ni una muerte para que sea a la vez opaco y transparente, visible e invisible, vida y cosa; para que sea utopía basta que sea un cuerpo. Todas esas utopías por las cuales esquivaba mi cuerpo, simplemente tenían su modelo y su punto primero de aplicación, tenían su lugar de origen en mi propio cuerpo. Estaba muy equivocado hace un rato al decir que las utopías estaban vueltas contra el cuerpo y destinadas a borrarlo: ellas nacieron del propio cuerpo y tal vez luego se volvieron contra él.

En todo caso, una cosa es segura, y es que el cuerpo humano es el actor principal de todas las utopías. Después de todo, una de las más viejas utopías que los hombres se contaron a ellos mismos, ¿no es el sueño de cuerpos inmensos, desmesurados, que devorarían el espacio y dominarían el mundo? Es la vieja utopía de los gigantes, que se encuentra en el corazón de tantas leyendas, en Europa, en Africa, en Oceanía, en Asia; esa vieja leyenda que durante tanto tiempo alimentó la imaginación occidental, de Prometeo a Gulliver.
También el cuerpo es un gran actor utópico, cuando se trata de las máscaras, del maquillaje y del tatuaje. Enmascararse, maquillarse, tatuarse, no es exactamente, como uno podría imaginárselo, adquirir otro cuerpo, simplemente un poco más bello, mejor decorado, más fácilmente reconocible; tatuarse, maquillarse, enmascararse, es sin duda algo muy distinto, es hacer entrar al cuerpo en comunicación con poderes secretos y fuerzas invisibles. La máscara, el signo tatuado, el afeite depositan sobre el cuerpo todo un lenguaje: todo un lenguaje enigmático, todo un lenguaje cifrado, secreto, sagrado, que llama sobre ese mismo cuerpo la violencia del dios, el poder sordo de lo sagrado o la vivacidad del deseo. La máscara, el tatuaje, el afeite colocan al cuerpo en otro espacio, lo hacen entrar en un lugar que no tiene lugar directamente en el mundo, hacen de ese cuerpo un fragmento de espacio imaginario que va a comunicar con el universo de las divinidades o con el universo del otro. Uno será poseído por los dioses o por la persona que uno acaba de seducir. En todo caso la máscara, el tatuaje, el afeite son operaciones por las cuales el cuerpo es arrancado a su espacio propio y proyectado a otro espacio.

Escuchen, por ejemplo, este cuento japonés y la manera en que un tatuador hace pasar a un universo que no es el nuestro el cuerpo de la joven que él desea:
“El sol disparaba sus rayos sobre el río e incendiaba el cuarto de las siete esteras. Sus rayos reflejados sobre la superficie del agua formaban un dibujo de olas doradas sobre el papel de los biombos y sobre la cara de la joven profundamente dormida. Seikichi, tras haber corrido los tabiques, tomó entre sus manos sus herramientas de tatuaje. Durante algunos instantes permaneció sumido en una suerte de éxtasis. Precisamente ahora saboreaba plenamente la extraña belleza de la joven. Le parecía que podía permanecer sentado ante ese rostro inmóvil durante decenas y centenas de años sin jamás experimentar ni fatiga ni aburrimiento. Así como el pueblo de Menfis embellecía antaño la tierra magnífica de Egipto de pirámides y de esfinges, así Seikichi con todo su amor quiso embellecer con su dibujo la piel fresca de la joven. Le aplicó de inmediato la punta de sus pinceles de color sostenidos entre el pulgar, el anular y el dedo pequeño de la mano izquierda, y a medida que las líneas eran dibujadas, las pinchaba con su aguja sostenida en la mano derecha”.

Y si se piensa que la vestimenta sagrada, o profana, religiosa o civil hace entrar al individuo en el espacio cerrado de lo religioso o en la red invisible de la sociedad, entonces se ve que todo cuanto toca al cuerpo –-dibujo, color, diadema, tiara, vestimenta, uniforme–, todo eso hace alcanzar su pleno desarrollo, bajo una forma sensible y abigarrada, las utopías selladas en el cuerpo.
Pero acaso habría que descender una vez más por debajo de la vestimenta, acaso habría que alcanzar la misma carne, y entonces se vería que en algunos casos, en su punto límite, es el propio cuerpo el que vuelve contra sí su poder utópico y hace entrar todo el espacio de lo religioso y lo sagrado, todo el espacio del otro mundo, todo el espacio del contramundo, en el interior mismo del espacio que le está reservado. Entonces, el cuerpo, en su materialidad, en su carne, sería como el producto de sus propias fantasías. Después de todo, ¿acaso el cuerpo del bailarín no es justamente un cuerpo dilatado según todo un espacio que le es interior y exterior a la vez? Y también los drogados, y los poseídos; los poseídos, cuyo cuerpo se vuelve infierno; los estigmatizados, cuyo cuerpo se vuelve sufrimiento, redención y salvación, sangrante paraíso.

Realmente era necio, hace un rato, de creer que el cuerpo nunca estaba en otra parte, que era un aquí irremediable y que se oponía a toda utopía.
Mi cuerpo, de hecho, está siempre en otra parte, está ligado a todas las otras partes del mundo, y a decir verdad está en otra parte que en el mundo. Porque es a su alrededor donde están dispuestas las cosas, es con respecto a él –y con respecto a él como con respecto a un soberano– como hay un encima, un debajo, una derecha, una izquierda, un adelante, un atrás, un cercano, un lejano. El cuerpo es el punto cero del mundo, allí donde los caminos y los espacios vienen a cruzarse, el cuerpo no está en ninguna parte: en el corazón del mundo es ese pequeño núcleo utópico a partir del cual sueño, hablo, expreso, imagino, percibo las cosas en su lugar y también las niego por el poder indefinido de las utopías que imagino. Mi cuerpo es como la Ciudad del Sol, no tiene un lugar pero de él salen e irradian todos los lugares posibles, reales o utópicos.

Después de todo, los niños tardan mucho tiempo en saber que tienen un cuerpo. Durante meses, durante más de un año, no tienen más que un cuerpo disperso, miembros, cavidades, orificios, y todo esto no se organiza, todo esto no se corporiza literalmente sino en la imagen del espejo. De una manera más extraña todavía, los griegos de Homero no tenían una palabra para designar la unidad del cuerpo. Por paradójico que sea, delante de Troya, bajo los muros defendidos por Héctor y sus compañeros, no había cuerpo, había brazos alzados, había pechos valerosos, había piernas ágiles, había cascos brillantes por encima de las cabezas: no había un cuerpo. La palabra griega que significa cuerpo no aparece en Homero sino para designar el cadáver. Es ese cadáver, por consiguiente, es el cadáver y es el espejo quienes nos enseñan (en fin, quienes enseñaron a los griegos y quienes enseñan ahora a los niños) que tenemos un cuerpo, que ese cuerpo tiene una forma, que esa forma tiene un contorno, que en ese contorno hay un espesor, un peso, en una palabra, que el cuerpo ocupa un lugar. Es el espejo y es el cadáver los que asignan un espacio a la experiencia profunda y originariamente utópica del cuerpo; es el espejo y es el cadáver los que hacen callar y apaciguan y cierran sobre un cierre –-que ahora está para nosotros sellado– esa gran rabia utópica que hace trizas y volatiliza a cada instante nuestro cuerpo. Es gracias a ellos, es gracias al espejo y al cadáver por lo que nuestro cuerpo no es lisa y llana utopía. Si se piensa, empero, que la imagen del espejo está alojada para nosotros en un espacio inaccesible, y que jamás podremos estar allí donde estará nuestro cadáver, si se piensa que el espejo y el cadáver están ellos mismos en un invencible otra parte, entonces se descubre que sólo unas utopías pueden encerrarse sobre ellas mismas y ocultar un instante la utopía profunda y soberana de nuestro cuerpo.

Tal vez habría que decir también que hacer el amor es sentir su cuerpo que se cierra sobre sí, es finalmente existir fuera de toda utopía, con toda su densidad, entre las manos del otro. Bajo los dedos del otro que te recorren, todas las partes invisibles de tu cuerpo se ponen a existir, contra los labios del otro los tuyos se vuelven sensibles, delante de sus ojos semicerrados tu cara adquiere una certidumbre, hay una mirada finalmente para ver tus párpados cerrados. También el amor, como el espejo y como la muerte, apacigua la utopía de tu cuerpo, la hace callar, la calma, y la encierra como en una caja, la clausura y la sella. Por eso es un pariente tan próximo de la ilusión del espejo y de la amenaza de la muerte; y si a pesar de esas dos figuras peligrosas que lo rodean a uno le gusta tanto hacer el amor es porque, en el amor, el cuerpo está aquí.

1 La recuperación del cuerpo en el proceso del despertar es un tema recurrente en la obra de Marcel Proust. (N. de la R.)
* La conferencia “El cuerpo utópico”, de 1966, integra el libro El cuerpo utópico. Las heterotopías, de reciente aparición (ed. Nueva Visión).  

Fragmentos de Free Play La improvisacion en la vida y en el arte de Stephen Nachmanovitch 
(Gracias Christian Gadea!)

“¿Como se aprende a improvisar?  La única respuesta es otra pregunta: ¿Qué nos lo impide? La creación expontanea surge de lo mas profundo de nuestro ser. Lo que tenemos que esxpresar ya esta con nosotros, es nosotros, de manera que la obra de la creatividad no es cuestión de hacer venir el material sino de desbloquear los obstáculos para su flujo normal.”
“la improvisación, como experimento lúdico, es la recuparacion de cada uno de nosotros de la mente salvaje, de nuestra mente originalde niños.”
Pascal dijo: “El corazón tiene razones que la razón no entiende” . El sentimiento tiene su propia estructura, asi como la tiene el pensamiento. Hay niveles de sentimiento y niveles de pensamiento, y algo mas profundo que ambos, algo que es sentimiento y pensamiento y es las dos cosas y no es nienguna de las dos. Cuando decimos “confía en tus entrañas”, es a esta acitivdad, a la intuición, que referimos nuestras decisiones.”
“Es en el juego y solo en el juego que el niño o el adulto como individuos son capaces de ser creativos y de usar el total de su personalidad, y solo al ser creativo el individuo se descubre a si mismo”.
“Al mirar ahora al océano, los pajaros, la vegetación, veo que absolutamente tod en la naturaleza surge del poder del juego libre que golpea como las olas contra el poder de los limites.”


Clarice Lispector,  
aguaviva

"Ahora es un instante,¿ lo sientes? yo lo siento"

".... oyeme, oye el silencio.Lo que te digo nunca es lo que te digo y si otra cosa.Capta esa cosa que se me escapa y sin embargo vivo de ella y estoy en sintonía con la brillante oscuridad.Un instante me lleva insensiblemente a otro y el tema atematico se va desarrollando sin plano pero geométrico como figuras sucesivas en un caleidoscopio.
Entro lentamente en mi dádiva a mi misma, esplendor dilacerado por el cantar ultimo que parece que fuera el primero.entro lentamente en la escritura así como ya entre en la pintura.en un mundo enmarañado de lianas, silabas, madreselvas,colores y palabras, umbral de entrada de una ancestral caverna que es el útero del mundo y de el voy a nacer"


"no se sobre que estoy escribiendo:soy oscura para mi misma.Solo tuve inicialmente una visión lunar y lucida, y entonces atrape para mi el instante antes de que el muriera y que perpetuamente muere.No es un mensaje de ideas que te transmito sino una instintiva voluptuosidad de aquello que esta escondido en la naturaleza y que adivino.Y esta es una fiesta de palabras.......El mundo no tiene orden visible y yo solo tengo el orden de la respiración.
Me dejo ocurrir" 

"yo que fabrico el futuro como una araña diligente.y lo mejor de mi es cuando no se nada y fabrico no se que"
"lo que te escribo continua y estoy hechizada"
Jean –luc Nancy
corpus
“Los cuerpos no son de lo “pleno”, del espacio lleno (el espacio esta por doquier lleno): son el espacio abierto, es decir el espacio en un sentido propiamente espacioso mas que espacial, o lo que se puede todavía llamar el lugar.
Los cuerpos son lugares de existencia, y no hay existencia sin lugar, sin ahí, sin un “aquí”, “he aquí”, para el este. El cuerpo-lugar no es ni lleno, ni vacío, no tiene ni fuera ni dentro, como tampoco tiene partes, totalidad funciones o finalidad. Sin falo y acéfalo en todos los sentidos.
Es, Eso si , una piel diversamente plegada, replegada, desplegada, multiplicada, invaginada, exogastrulada,  orificiada, evasiva, invasiva, tersa, relajada, excitada, confundida, ligada, desligada,.bajo estos modos y bajo mil otros….el cuerpo da lugar a la existencia
“Un cuerpo es el lugar que abre, que separa, que espacia falo y céfalo: dándoles lugar a hacer acontecimientos: gozar, sufrir, pensar, nacer , morir, hacer sexo, reír , estornudar, temblar, llorar, olvidar….” 

"la cuestión es mas bien que el discurso, que por si mismo es necesariamente incorporal, es también lo incorporal (esta palabra viene de nuestra tradición :para los estoicos, todo es cuerpo, salvo el discurso, o lo que es dicho, el "lekton", que es lo incorporal).todo el  asunto de un discurso sobre el cuerpo estriba en que lo incorporal del discurso toque en todo caso el cuerpo."

Roland Barthes
Fragmentos de un discurso amoroso

discursus es originalmente, la acción de correr aquí y allá, son idas y venidas “andanza”, “intrigas”.en su cabeza el enamorado no cesa en efecto de correr, de emprender nuevas andanzas y de intrigar contra si mismo. Su discurso no existe jamás sino por arrebatos del lenguaje que le sobrevienen al capricho de  circunstancias ínfimas, aleatorias.
Se puede llamar a estos retazos de discursos figuras. La palabra no debe entenderse en sentido retórico, sino mas bien en sentido gimnástico o coreográfico, en suma en el sentido griego: discurso no es el “esquema”, es de una manera mucho mas viva el gesto del cuerpo sorprendido en acción y no contemplado en reposo: el cuerpo de los atletas, de los oradores, de las estatuas: lo que es posible inmovilizar del cuerpo tenso….”


Emil Brehier

“…esta ahí, en efecto el sentido general de la teoría de los estoicos sobre los incorporales: identificando al ser con el cuerpo, están sin embargo forzados a admitir, sino como existencias, al menos como cosas definidas, el espacio y el tiempo. Es por estas nadas de existencia que crearon la categoría de incorporal